Daniela Quiceno

Testimonio del yagé, por Daniela Quiceno Cruz.

Daniela Quiceno

El yagé llegó a mi vida en un momento importante, ya que, en mi adolescencia tuve dos hechos importantes que lograron desbalancear mi vida: la muerte de mi primo hermano y la separación de mis padres dos hechos que requerían de mi esfuerzo para entenderlos. Me afectó en mi vida personal en la toma de mis decisiones, mi carácter, mi autoestima, en mis ámbitos tanto internos como externos. Años después me casé y tuve una hermosa hija; situaciones y personas que me ayudaron bastante a enfocarme; por fin sentía que algo estaba haciendo bien en mi vida: ser buena hija, buena esposa, buena mamá; en medio de las dificultades sacar mi hogar adelante, pero aún así llegaron las dificultades en mi hogar; mi relación se puso en una línea tan débil, que cualquier cosa que pasara iba a hacer que se rompiera del todo. Entró la frustración, por no entenderlo del todo, nada se esclarecía, no entendía si estaba dando lo mejor de mí porque todo estaba cada vez peor. A veces no es suficiente pensar que solo lo terrenal puede llenar eso que te atormenta día a día. Siempre he sido una mujer curiosa, me gusta investigar sobre temas relacionados con el universo, con la psicología, me gusta saber sobre lo que hay afuera, que nos complementa adentro, pero nunca me tomé el tiempo de investigar en mí misma; eso que tenemos adentro, aquello que sólo nos complementa afuera no fue suficiente. Quería investigar acerca de las situaciones que estaba viviendo, tanto internas como externas; estaba en juego lo único que creí que estaba haciendo bien en la vida: mi hogar. Escuché en un tiempo a mi profesora Sandra Coronado, hablar sobre el yagé en alguna clase que tuve en el colegio, ella es un ser de luz; siempre me sentí conectada con sus clases, sus mandalas, la forma de ella de ver la vida, su apasionante sabiduría; desde ahí supe que algo más había, que la vida no era así no más como suelen decírsela a uno; sin embargo, con los años, con la separación de mis padres, dejé el tema a un lado; me dejé contagiar de situaciones mundanas, me afecté indudablemente y no le busqué solución a ese sentir en su momento. Mi esposo Diego a la vez de lo que yo estaba viviendo de mi frustración, porque las cosas en el hogar no estaban saliendo bien, también estaba viviendo una situación muy maluca la cual no supe, sino, hasta un tiempo después. Se estaba dejando llevar por el mundo, alimentando las inconformidades con más situaciones vacías, alimentando su ego. El tuvo un sentir con el elemental y contactamos a mi profesora Sandra, la cual nos dio la información necesaria para que él pudiera asistir a su primera toma. El es el testimonio concreto de que cuando pides un cambio a Dios desde el corazón él te lo da; él te muestra el camino para poderlo lograrlo. Diego llegó con un pensamiento completamente diferente; me comentó su hermosa experiencia, coordinamos para que a los 15 días pudiéramos asistir juntos.

Mi primer toma fue maravillosa sentí la presencia amorosa de Dios como nunca antes, es verlo en todo es sentirlo en todo y vivirlo en todo lo que te rodea; pude soltar la muerte de mi primo, vi como su presencia en mi vida se convertía en infinitos de tréboles que se desvanecían en el eterno infinito, solo tuve agradecimiento por la presencia del elemental en mi vida. Las cosas en mi hogar empezaron a cambiar; poco a poco, empezamos a construirnos el uno al otro; poco a poco, nos fuimos afianzando más, a comunicarnos más, a apoyarnos más, sin darnos cuenta fuimos siendo más felices. Llegó mi segunda toma con mucha expectativa; me tomé mi totumita de yagé. Al principio fue maravillosa la sensación que sentí al fundirme con la naturaleza, es indescriptible; luego, pasé de la luz a la oscuridad, todo aquello que en algún momento no quería saber me fue recalcado, todos estamos acostumbrados a siempre querer ver la luz, pero cuando vemos nuestra oscuridad nos asustamos. Tuve una toma fuerte donde supe concretamente en que estaba fallando; me vi demacrada, me vi mal, todo a raíz de mi falta de amor propio, de mi mala alimentación, tanto para el cuerpo como para el espíritu, sentí mi dolor profundo por mi falta de autoestima, mi falta de carácter, mi falta de respeto a mí misma; mi esencia, todo aquello que pensé que era se esfumó. Para mi vida fue una enseñanza bastante grande, una terapia esta medicina. Entré en una crisis en mi salud física, que me desarrolló una crisis mental tremenda junto a la medicina del yagé y junto a todas las enseñanzas que me dejó el elemental, en esa experiencia tan oscura, pude poco a poco irme afianzando como ser humano, replanteando mi vida, organizándome, dándole valor a lo simple, amándome cada día más por lo que fui, por lo que soy y por lo que estoy construyendo día a día. Me enseñó que tu templo se cuida, que Dios te lo brindó para que lo tengas como vehículo, esta vida se protege.

Mi alimentación mejoró, mi mentalidad se esclareció, mis hábitos cambiaron, mi carácter mejoró, mi comunicación conmigo misma y con las demás personas mejoró, la manera en la que sigo investigando mejoró, porque ha sido Dios en todo su esplendor el que me ha ido mostrando el camino. Lo que soy hoy en día, se lo agradezco enormemente a las enseñanzas profundas que el elemental del yagé me ha brindado toma tras toma, momento tras momento, a mis guías espirituales, Ricardo, Andrés, Paloma, Rosita, a todo el grupo que están también para ayudarnos a entender un poco cada situación.

El despertar de tu consciencia y el autoconocimiento de ti mismo es un camino constante, que requiere de tu completo esfuerzo para poder ir entendiéndolo y aplicándolo a tu vida. Le agradezco a mi esposo también porque con su compañía y sabiduría, ha llegado más fácil el entendimiento en muchas circunstancias. Mil gracias a cada una de las personas que con su infinito amor aportan día a día a los demás con su desinteresado servicio a la humanidad.