El instinto es una inteligencia o consciencia del cuerpo, que se expresa en nosotros como movimientos voluntarios o involuntarios como las necesidades fisiológicas. Esta inteligencia viene heredada desde de los registros akashicos de la tierra, a través de la genética y del genoma, ella solo tiene una finalidad y es la de conservar el cuerpo al servicio del espíritu; pero enfrenta una lucha permanente con todo tipo de influencias que lo desvían de ese propósito. Cuando no somos conscientes de nuestros actos y programamos el cuerpo con malos hábitos y malas costumbres, lo exponemos a estímulos muy sensibles a las atmosferas infradimensionales.
El cuerpo es como un caballo fiel para el guerrero, pero si el guerrero no lo cuida y lo llena de basura, sin consciencia de su razón de ser, entonces cuando te enfrentas a las fuerzas, este caballo cuerpo te botará al piso y te pisoteará junto a tus enemigos invisibles.
El instinto es muy fuerte y autónomo en muchas reacciones, pero es deber de nosotros como humanidad, entrenarlo para un propósito trascendental, porque sino tienes autoridad para orientarlo, este se devolverá contra ti e intentará doblegar tu espíritu, para entregarlo a los pies del Ego. Ten presente que el instinto tiene una doble naturaleza: una que está a disposición del propósito del espíritu y otra naturaleza que está al servicio de su razón de ser como instinto, para la conservación natural de la especie (esta es la ley de la CONSERVACIÓN).
El que se despierte una de las dos naturalezas con más fuerza, depende de lo fuerte que sea el espíritu, haciendo que el cuerpo sea más noble, o más resistente a la obra divina; por eso, teniendo en cuenta que el Ego es otra naturaleza muy distinta a nuestros cuerpos, cuando identifica las debilidades del instinto, intentará estimularlo, para que el espíritu se doblegue por medio de los estímulos que despierta a través del pensamiento. El Ego te creará historias en tu cabeza y si el espíritu se identifica, se estimulará el cuerpo y el Ego se apoderará del instinto (cuerpo), dominándolo para sus propósitos, dejando el espíritu encadenado y vulnerable a estas dos inteligencias: ego e instinto. Por ejemplo: cuando tu naces no eres un aberrado sexual, pero si te influencian y te programan mentalmente, el instinto vivirá estimulado y la lujuria estará despierta en tu interior como si fuera un proceso natural. En este proceso de resistencia a lo que el cuerpo necesita y siente, la naturaleza egóica estará todo el tiempo al acecho para dominarnos. La lucha más dura es espiritualizar el cuerpo para que sirva al espíritu. Para que esto suceda lo debes llenarte de disciplinas que le hagan pensar al cuerpo que tú mandas en él, deberás amarlo como un templo y mantenerlo limpio para oficiar en el altar de Dios que es tu corazón.